Publicado por Público el 12/04/2021 – Fotografía por Gabriel Bouys
La periodista, activista y referente internacional en la defensa de los derechos humanos relata el infierno vivido en Marruecos por su labor humanitaria en defensa de la vida de las personas migrantes. Acusa a Interior de una criminalización que ha conllevado su expulsión y la de su familia del país en el que ha vivido las últimas dos décadas.
Seguimientos policiales, retenciones en fronteras durante tiempo prolongado, alertas policiales vinculadas a su pasaporte, escuchas telefónicas, amenazas de muerte por redes sociales y por llamadas, dos allanamientos a su domicilio en Tánger (Marruecos). Hasta 37 ataques ha contado el equipo de defensa de Helena Maleno (El Ejido, 1970) en apenas un año. Desde que se archivara la causa judicial marroquí contra ella por un delito de tráfico de personas en 2019, la vida de Maleno se convirtió en un infierno en el país vecino y principal socio estratégico de España para contener las migraciones en la frontera sur.
No es que su vida haya sido un remanso desde que se afincó en Tánger, hace casi dos décadas. Siempre ha sido una figura incómoda para los gobiernos, ya fuera el español o el marroquí. Su labor como defensora de los derechos humanos, sus alertas a los equipos de rescate cuando una patera está en mitad del mar, sus denuncias de la brutalidad policial contra los cuerpos de quienes intentan cruzar fronteras y su firme crítica a las «políticas de muerte» que Europa y España subcontratan a Marruecos la han convertido en objetivo desde hace tiempo. Desde que fundó Caminando Fronteras, ella y su red han documentado atrocidades marroquíes con la venia o la implicación de España. Desde las muertes del Tarajal en 2014 y los disparos de pelotas de goma de la Guardia Civil, hasta las palizas a migrantes que intentan saltar las vallas de Melilla y Ceuta, pasando por devoluciones en caliente en el mar que han costado vidas.
Nunca se ha callado, hasta que la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) de la Policía Nacional elaboró un informe tras numerosas escuchas telefónicas. Un informe que, según Maleno, solo contenía mentiras y falsedades y que la Fiscalía de la Audiencia Provincial acabó desechando por falta de indicios de delito. Pero ese «dosier criminal» fue remitido a Marruecos, donde sí hubo una investigación judicial que tampoco encontró delito alguno. Maleno siguió hablando, siguió denunciando. El pasado 23 de enero, Maleno, tras un viaje de trabajo, cogió un avión en Madrid rumbo a Tánger. Cuando aterrizó, la Policía la metió en otro vuelo destino Barcelona y acabó deportada. Sin aviso previo, sin que le explicaran nada. 20 años truncados de un plumazo. Este lunes lo ha contado, después de avisar de que una patera con 57 personas estaba perdida en el Mar de Alborán. Los rescataron.
Hace casi dos meses de su expulsión, ¿por qué ha esperado tanto para denunciarlo?
Primero debía tener a mi hija en condiciones de seguridad para hablar. También esperábamos que las autoridades reaccionasen y parasen estos ataques. Queríamos agotar todas las vías antes de salir públicamente, pero no ha podido ser de otra forma. Las organizaciones que acompañan mi defensa me recomendaron que, si los ataques no habían cesado, salir públicamente podría protegerme.
Ha estado 32 días separada de su hija, ¿qué temía que le ocurriera en Marruecos?
Las hijas e hijos de defensoras de los derechos humanos son también objeto de persecución. En los dosieres policiales que se hicieron aparecen mis hijos, datos suyos. Y ahí ya vi que no era solo yo, sino toda mi familia. A la salida del colegio de mi hija, muchas veces había personas que nos vigilaban, que hacían ver que nos estaban vigilando. Cuando yo ya no estaba allí, nos dimos cuenta de que la niña también estaba sometida a vigilancia policial, sin yo poder viajar para protegerla. Imagina qué angustia más grande. Habían entrado en mi casa, donde vivo con ella, cuando no estábamos nosotros. En una de las ocasiones se llevaron un calendario mío con las actividades de esa semana de mi hija, sabían dónde iba a estar toda una semana. Eso son toques de atención para aterrorizarnos. Por eso sabía que mi niña estaba en riesgo.
¿Cómo se encuentra ahora su hija?
Le han causado un daño tremendo. Se ha ido del país en el que ha vivido toda su vida con una maleta pequeña. Todo está allí, donde no podemos volver. Ha tenido que dejar su colegio a mitad de un trimestre, sin despedirse de sus amigas y acompañada de autoridades consulares para coger un barco. Ella lo único que ha hecho es ser mi hija, la hija de una defensora de los derechos humanos.
Y usted, ¿cómo ha vivido este proceso?
Me he ido acostumbrando a vivir cada vez con menos libertad. No iba sola, no salía a determinadas horas, si iba a eventos tenía que avisar de que podía haber situaciones complicadas y de que necesito medidas de seguridad. Lo he ido integrando, esperando que la situación cambiara, pero no ha cambiado. Solo quería que se reconociera que se cometió un error con esos dosieres de la Policía española que han destrozado mi vida y la han puesto en riesgo. Pensé que se iba a subsanar, pero no ha sido así.
¿Cómo fueron los allanamientos de su casa en Tánger?
Son entradas en momentos en los que no estamos, pero en las que se nota que alguien ha entrado. No roban nada de valor, se llevan cosas significativas. La última fue hace pocos días y se llevaron un móvil viejo y unos documentos. Son toques de atención, una forma de decir «puedo hacerte lo que quiera cuando quiera», sembrar el terror, una forma de tortura.
Asegura que han presentado en España 34 folios de amenazas y ataques que no han ido a ninguna parte. ¿Dónde los han presentado? ¿Qué respuesta ha tenido?
Presentamos hace años denuncias que había recibido, amenazas y ataques. Pedimos en un juzgado que se investigara, pero no se hizo. En Marruecos no he podido ir a denunciar cuando se han producido agresiones, porque no había garantía, no podía ir a una comisaría a denunciar mi caso, así que todo se ha hecho a través de instancias y organizaciones internacionales. A través del Ministerio de Exteriores, España ha tenido una actitud proactiva, se ha implicado. Pero Interior es otra cosa y ha seguido su línea de siempre, la de los informes policiales que iniciaron todo esto.
Hace graves acusaciones contra el Ministerio del Interior, ¿tiene pruebas de que tenga relación con su deportación?
No tenemos información oficial de la deportación, ni siquiera de la parte de Marruecos. Sabemos que hubo una deportación porque me pasó. Pero gracias a las gestiones que después se hicieron para ver qué había pasado sabemos que personal de Interior estaba al tanto de que se iba a producir. Exteriores no. Yo soy entregada a la Policía española, que va a recogerme a la puerta del avión con mi maleta y mi documentación. Exteriores no sabía nada, no se le comunicó. Exteriores está comprometido con mi protección por ser defensora de derechos humanos y podía haberme advertido de los riesgos de viajar. Podía haber pasado cualquier cosa. Yo estaba sola y se me negó el acceso a todos los derechos, incluso a una toma de medicación. Fue un momento de mucha vulnerabilidad.
Tanto en su comparecencia como en su libro insiste en que es víctima de las cloacas de Interior. ¿Cree que sigue la sombra de Fernández Díaz en el Ministerio?
Sin duda. En mi caso, Fernández Díaz comenzó todo esto, Zoido lo continuó negando la existencia de los informes policiales, los mismos que yo tenía encima de mi mesa porque nos los dieron en el juzgado [ríe]. Y Marlaska ha seguido aplicando las mismas políticas que Fernández Díaz. Las personas que sabemos que participaron en esos dosieres de forma activa siguen en sus puestos de responsabilidad dentro de la Policía. Interior nunca se ha reunido con nosotras, nunca ha respondido nada ni ha intentado frenar lo que pasaba. Este ministerio ha dejado que la Policía me criminalice igual que con Fernández Díaz.
Ha pedido al presidente del Gobierno que se pronuncie, ¿ha tenido respuesta?
No. Cuando sucede la deportación, a través de Front Line Defenders, informamos de la violencia sufrida a Exteriores y a Presidencia del Gobierno. Presidencia contestó que estaban trabajando en mi protección a través de Exteriores. Notamos que había una preocupación. Apelamos al presidente del Gobierno porque hemos visto que en España hay dos poderes, el de Interior y sus formas de operar en la frontera y en la persecución de personas, y el del resto de ministerios. Pedimos a Sánchez que tome cartas en el asunto porque tiene la responsabilidad de decirle a Interior que pare esto. No entendemos estas diferencias entre ministerios, salvo en el contexto de las cloacas del Estado.
Con sinceridad, ¿cree que Sánchez responderá?
Una declaración del presidente contra mi persecución sería importante, pero no tengo mucha esperanza. Me gustaría. No por mí, sino por muchas compañeras y compañeros que están en una situación de angustia. España está tomando una deriva dura y peligrosa desde hace años. Los cambios de Gobierno parece que no afectan a esa deriva. Cada vez se criminaliza más a determinadas personas, sobre todo a migrantes. No hay más que ver lo que está ocurriendo con Serigne Mbayé.
¿Cómo afecta a su labor humanitaria no poder estar sobre el terreno?
Vamos a seguir estando. Durante años hemos sembrado, hemos construido y tejido una red muy importante que funciona más allá de lo que puedo representar yo. Son muchas las compañeras que están y las que sostienen el trabajo. Hay que garantizar la labor, porque si no estaríamos aceptando el mensaje de que si eliminas a una persona todo se viene abajo.
Son 20 años truncados de la noche a la mañana, ¿podrá volver a Marruecos, aunque sea a recoger sus cosas?
No creo que me dejen volver a recoger mis cosas, pero hay algo que no me pueden quitar [Silencio. Voz quebrada]. Marruecos está en mi corazón y también es mi país y el país de mis hijos. Toda la gente de allí a la que quiero no me lo van a poder quitar nunca.