Sylvie sobrevivió a una embarcación que permaneció diez días a la deriva en el Océano Atlántico y en la que murieron ocho de sus compañeros. Las personas supervivientes, tras días sin comer ni beber, tuvieron la suerte de ser vistos por un barco. Rescatados por helicópteros de Salvamento Marítimo, consiguieron llegar a las Islas Canarias el 11 de marzo de 2015. Pero ahí no acababa su calvario: Sylvie estuvo encerrada durante cincuenta y seis días en un Centro de Internamiento de Extranjeros hasta que fue puesta en libertad y trasladada a Bilbao con una ONG que le brindó apoyo. Aquel período de encierro, pese a no ser una criminal sino víctima de una “terrible tragedia”, Sylvie lo define como “56 días de horror que nunca olvidaré”.
Ya liberada, con la serenidad suficiente, reveló que durante su estancia en el CIE había sido presionada para señalar y denunciar a un “supuesto capitán” de la embarcación. Aseguraba que las autoridades le prometían que conseguiría “los papeles” y hasta una casa si se inventaba aquel falso relato sobre su compañero. Tras negarse, comenzaron los insultos y vejaciones contra ella. Pese a que no cedió al chantaje, no pudo evitar que otro superviviente de la tragedia, que ella conocía desde hace tiempo, había sido encarcelado acusado de ser “traficante”. Ella sabía que eso era imposible, puesto que este chico no tenía nada que ver con ninguna red de traficantes. Sylvie se convenció de que, por no hablar francés ni castellano para defenderse, aquel joven había sido víctima de una confusión intencionada. “La Policía nacional española quería un supuesto traficante y cogieron a la persona que tenía más dificultades para comunicarse”.
Pese a todo lo vivido, su precaria situación y las amenazas que pesaban sobre ella, Sylvie decidió hacer Justicia: acompañada de su abogado, se dirigió a los juzgados de Bilbao para declarar para defender a su compañero de la acusación. Gracias a su intervención, aquel joven quedó en libertad.
Ahora, Sylvie vive en el País Vasco, luchando para sacar adelante a su hijo pequeño. Explica que si pudo hacerlo, fue porque se sintió arropada y segura de sí misma frente a toda la adversidad. La comunidad migrante la sostuvo como un resorte para la defensa de derechos.