Publicado por elDiario.es el 18/10/2020 – Fotografía por Alejandro Ramos
Helena Maleno (El Ejido, 1970) ha sido una luz en las aguas oscuras del Mediterráneo y del Atlántico para cientos de personas que sueñan con llegar a Europa. En 2007 recibió la primera llamada de auxilio y desde ese momento ella y su equipo del colectivo Caminando Fronteras ponen en alerta a Salvamento Marítimo cuando una patera está a la deriva. Unos rescates han terminado con el grito alegre de Boza. Otros con el silencio. Mujer de frontera, tal y como reza el título de su primer libro en el que narra sus experiencias de vida como defensora de los derechos humanos y los entresijos del procedimiento judicial que tuvo que enfrentar. Mujer de frontera con suave voz del sur y una determinación férrea en su defensa del derecho a la vida. Las tragedias de las fronteras viven en ella y le dan la sensibilidad suficiente para reconocer la tristeza que supuso el entierro casi en solitario de 16 personas muertas en la ruta canaria. Al mismo tiempo, esas heridas transfronterizas le marcan para hablar de responsabilidad colectiva y de esperanza. La activista, que ha estado esta semana en Canarias, donde ha participado en el festival La voz de la mujer en La Palma y ha mantenido en Gran Canaria reuniones con distintos colectivos sociales, ha concedido una entrevista a esta redacción en la que aborda las causas de las muertes en la frontera sur y la responsabilidad democrática de la sociedad con las personas migrantes.
¿De dónde nacen estas barreras que obligan a las personas del sur global a poner en riesgo su vida por querer prosperar?
Las barreras nacen de un negocio muy importante que es el control del movimiento. Este es uno de los negocios más grandes que tiene este siglo XXI. El control del movimiento se ha convertido en algo donde han invertido sobre todo las empresas que se dedican a la militarización. Es decir, las empresas de armamento son las principales inversoras en ese control del movimiento y las que hacen más lobby para esas políticas de control del movimiento. Nace de eso y se alimenta del racismo. El racismo es su alimento, lo estáis viendo en Canarias en estos últimos tiempos. El discurso está enfocado con bulos y mentiras para tapar lo que hay detrás del desplazamiento de las personas, para despojarles de sus derechos como personas.
¿Qué hay detrás del aumento de la xenofobia y racismo?
La ocultación de un negocio que cada vez es más próspero, en el que dejar morir a personas da dinero, dejar sufrir a personas da dinero y esclavizar a personas da dinero también. Porque cuando las personas que no mueren llegan a Europa, pasan muchos años en situación de esclavitud. Lo estamos viendo en Huelva, en los invernaderos de Almería, lo vimos durante el confinamiento, que eran personas que seguían trabajando sin protección frente a la COVID-19, que eran las personas que estaban permitiendo que los alimentos frescos llegasen a las personas que estaban confinadas, a las que tenían el privilegio de estar confinadas. Y al final es esto, es un negocio que permite la esclavitud dentro de Europa, una esclavitud moderna.
¿Qué peso tiene el racismo institucional en esta dinámica?
Es importantísimo. Durante muchos años hemos dicho esa frase tan típica de que en España no hay racistas, no hay racismo. Es mentira. Hay una sociedad racista en el Estado español. Y hay que decirlo, y cuando lo digamos encontraremos las fórmulas para luchar contra ello. El paternalismo también es racismo y el racismo institucional alimenta, por ejemplo, un sistema de acogida que es paternalista, que forma parte de las políticas de la compasión y no de las políticas del reconocimiento de los derechos humanos. Por eso los sistemas de acogida fallan. Además el sistema de acogida está atravesado por el control migratorio, o sea, es el Ministerio del Interior el que influye en todos los sistemas de acogida. Después, con determinadas situaciones que pasaron con mujeres expulsadas de centros en Canarias pedimos a la Secretaría contra la Discriminación, que pertenece a Igualdad, que interviniese, que mirase cuáles eran los protocolos de acogida y si esos protocolos estaban fomentando el racismo y la discriminación. Y esto no ha pasado.
En tu libro cuentas que “otro de los grandes pilares de las políticas de control migratorio ha sido la victoria de un relato oficial del que se ha eliminado a las personas migrantes. Se trata de un discurso que ha permitido consolidar los espacios de impunidad en las fronteras”. ¿Cuáles son las características de ese discurso?
Es un discurso donde se despoja a las personas migrantes de su ser de personas. No son personas, son cifras. Por ejemplo, se les puede hacer fotos ahogándose en el mar. Nunca harías una foto de un niño blanco ahogándose en el mar, pero de un niño negro migrante ahogándose en el mar haces miles de fotos y las exhibes por todos lados. Al final no son personas, no tienen derechos. Esas fotos son utilizadas muchas veces por organizaciones sociales, que no ven el racismo que hay dentro. Es una impunidad total. Otro asunto es el no reconocer a las personas muertas, el no ser proactivo en ese reconocimiento de las desapariciones. Esto es negarles su derecho a la muerte y si le niegas el derecho a la muerte ya lo arrasas en su derecho a ser persona. Entonces esto te permite tener espacios de no derecho, esto te permite hacer brutalidades en Ceuta y Melilla. Eso te permite, por ejemplo, decir que en Canarias las personas migrantes no pueden viajar al resto de los territorios y tenerlos bloqueados aquí. Es como la visión de África con la pobreza, se dice que un africano se muere pronto. Pues aquí es igual, se dice que por cruzar una frontera la gente se muerte. Y es mentira. Por cruzar una frontera la gente no se muere, se muere porque hacemos políticas que hacen que se mueran.
Hay mucha gente que piensa que las personas migrantes no son capaces, no saben buscar información, son pobres seres que no saben desenvolverse en la vida. Tú los conoces bien. ¿Cómo desmontarías estas creencias?
Haciendo un estudio con mujeres hablamos de eso también. Hablamos de cómo las veía la sociedad. Y ellas decían: “La sociedad me ve como negra, analfabeta, puta, pobre”. Les preguntábamos y tú, ¿cómo te ves? y decían: “No, yo soy una tía fuerte, he sufrido mucho pero lo he afrontado. Soy mamá y quiero a mis hijos. Salgo cada día a buscarme la vida. Intento cuidarme y cuidar a mi comunidad. Tengo un proyecto de vida, que es un proyecto migratorio, que es un proyecto difícil y complicado, pero que intento que salga para adelante”. Esa es la otra visión. Es que nuestra visión no es la única en el mundo. Nuestro saber, nuestro conocimiento y nuestra experiencia del norte global no es el único. Por eso es muy importante que se cuente con esos saberes de otras comunidades que están en nuestros territorios o con los saberes del sur global. Ya hay muchas organizaciones en el Estado español que están pidiendo su espacio, organizaciones de afrodescendientes, organizaciones de personas racializadas o de personas migrantes, como los compañeros del sindicato de vendedores ambulantes de Barcelona, los exmena (menores extranjeros no acompañados) de Madrid y los exmena de Barcelona. Yo creo que si contamos con esos saberes, si contamos con esas resistencias, podemos construir una sociedad mucho más rica, mucho más solidaria y una sociedad que al final es plural, ya que no todos somos iguales.
¿Qué papel juegan los medios de comunicación en la difusión de ese discurso y cómo revertirlo?
Los medios de comunicación han sido un aliado necesario para el aumento del racismo en este país y para normalizar las muertes en la frontera. Ha sido un instrumento necesario. Pero por otro lado, también ha habido focos de resistencia, por ejemplo, El Faro de Ceuta que en un entorno muy complicado, como es Ceuta, se ha puesto a contar historias de personas que llegaban, se ha puesto no solo a ver fuentes oficiales sino a intentar buscar el otro lado e intentar buscar a otras fuentes primarias. Desalambre de elDiario.es es otro ejemplo de cómo también algunos medios están buscando contar otro tipo de relato. Además, el lenguaje es muy importante. Los medios han usado un lenguaje perverso, como las palabras avalancha e invasión. Después han usado también la información de una parte, que es el discurso oficial. Hay una responsabilidad también en las imágenes que estás publicando. Las personas de las que publicas esas caras no te están dando permiso para ello.
Sueles comentar que “al final la vida se abre paso frente a la necropolítica”. Como sociedad, ¿cómo podemos poner por encima de cualquier política, dogma u opinión el derecho a la vida?
Hay unas claves que son la solidaridad y los derechos humanos. Yo fui criminalizada simplemente por llamar a Salvamento Marítimo. No hay que tener miedo a llamar a Salvamento Marítimo cuando hay una patera en el mar, no hay que tener miedo a pedir que los centros de acogida que están en este territorio, aunque pertenezcan a organizaciones sociales, tengan una acogida digna con respecto a los derechos humanos. No hay que tener miedo a pedir que las personas que estén en Canarias, que muchas de ellas no se quieren quedar, que puedan seguir su camino y no hay que dejarse llevar por las consignas racistas. El problema que tiene la sociedad española y la crisis que va a venir no es responsabilidad de las personas que están llegando. También tenemos la obligación de desmentir los bulos, como el de la piscina. También tenemos la obligación de reflexionar. Cuando un bulo se dispersa de esa manera, es que nos choca que haya unos niños negros bañándose en una piscina. Eso es terrible.
Hay regiones que por su condición geográfica son la puerta de entrada a Europa, como es Canarias. Durante 30 años, muchos han visto la inmigración como un problema en las Islas, se han producido escenas racistas en los últimos meses. ¿Cómo puede Canarias convertirse en todo lo contrario, una referencia en materia de derechos humanos?
Ahora es una oportunidad importante. Las decisiones de las personas que están aquí no deben ser tomadas solo por el Ministerio de Interior. La defensa de sus derechos depende del Ministerio de Fomento, del de Igualdad, del de Justicia, del de Inclusión. Esto quiere decir que esto no puede ser un enfoque securitario, tiene que ser un enfoque de trabajo de distintos ministerios donde el de Interior tiene que ser uno más, pero no el más importante. Esto sería poner a Canarias en el centro de una respuesta con enfoque de derechos humanos.
¿Hay esperanza?
Sí, claro que hay esperanza y está en todo este movimiento de resistencia. Está en las Kellys, en el sindicato de vendedores ambulantes, en la gente que está pidiendo otro tipo de políticas, en los propios migrantes que están defendiendo derechos.